Ruinas de la desesperación
Elyrian miró desde las murallas de Gludio al horizonte ennegrecido por la tormenta. Ajustó el amuleto y comenzó a descender hacia el sur. Los aldeanos le advirtieron: "Nadie regresará de las Ruinas de la Desesperación", pero su voto sagrado no le permitiría darse por vencido. El espíritu de una mujer condenada a vagar entre los muertos tenía que ser purificado. Su esposo, también un fantasma, lloró su ausencia de los confines del mundo de los espíritus. Elyrian tuvo que unirlos pacíficamente... o morir tratando de hacerlo.
Una luna pálida y vigilante iluminaba los cuerpos a medio comer que yacían en el barro. Las ruinas le parecieron a Elyrian como una herida abierta: casas en ruinas, pozos secos y ventanas que crujían con el viento. Al entrar, el sacerdote pronto escuchó pasos que se acercaban. Rezó a Einhassad, pero su voz fue ahogada por las docenas de gritos que lo rodeaban. Zombis, los cadáveres de los antiguos habitantes que deambulaban por esta ciudad maldita, atraídos por el olor de su carne.
Elyrian agarró su bastón mágico con fuerza y trató de lanzar un hechizo sagrado sobre estos monstruos lo más rápido posible. Un rayo de luz cegadora cayó del cielo, golpeando a todos los enemigos, pero todas las criaturas que fueron derrotadas se levantaron de nuevo, aún más desfiguradas y depredadoras. El aire vibró con un grito colectivo, un canto de desesperación que parecía provenir del suelo mismo. Estos cuerpos tambaleantes lo rodeaban. Elyrian dio un paso atrás y pensó por un momento que no era una buena idea ir a este lugar maldito. Entonces la vio: una figura blanca flotando entre las ruinas de una iglesia en ruinas. Su rostro era hermoso y herido, sus ojos como pozos de dolor. Era ella, la mujer perdida.
"Tu esposo te está buscando", susurró Elyrian mientras recogía el amuleto. "He venido a llevarte a él".
El fantasma de esta mujer lo miró como si lo hubiera escuchado. Las silenciosas campanas de la iglesia sonaron solas. Las sombras se agitaron y las manos escaparon del suelo, agarrando al clérigo por las piernas. La mujer habló con voz retumbante:
"Mi esposo... Es él... el que me condenó, fue su culpa... Su alma nunca descansará... y ahora tu mortal no descansará".
El rostro de la mujer se oscureció demoníacamente. Elyrian intentó lanzar un hechizo de exorcismo, pero las palabras se disolvieron en su garganta. El amuleto comenzó a arder, a derretirse en su pecho, y la voz de esta figura densa y fantasmal, cuya alma le rogaba por la salvación de su amada esposa, resonó en su mente. El fantasma del marido se fusionó con el fantasma de la esposa; ambos miraron a Elyrian desde las sombras con ojos vacíos y satisfechos. Tanto el esposo como la esposa se rieron, atados para siempre por una maldición, y cuando el eco de su risa llenó el suelo, docenas de cuerpos sin vida se levantaron del suelo, las campanas volvieron a sonar y Elyrian supo que había sido derrotado por el mal.
Cuando los primeros rayos del amanecer tocaron las Ruinas de la Desesperación, solo hubo silencio. Entre los escombros, entre los muertos, una nueva figura se tambaleaba, un sacerdote decrépito con una mirada inexpresiva, como si murmurara oraciones a la diosa que ya no lo escuchaba. Elyrian ahora es parte de esta ciudad maldita.
Elyrian, Cleric 29 Lu4 - Black Server